Pensamientos

17.02.2018

 

PADRE PIERINO: Cuando era pequeño mi mamá me hacía ser más bueno. Ahora la Mamá Celestial me hace lograrlo todo, incluso en lo que antes me resultaba difícil.

 

Quand’ero piccolo la mamma mi faceva essere più buono. Ora la Mamma Celeste mi fa riuscire in tutto, anche in ciò che prima mi era difficile.

 

PADRE PÍO:

 

Nuestra conversación continua sea siempre en el cielo o, al menos, en el costado de Jesús. Continúa, pues, gritando con el apóstol: «Yo llevo en mi espíritu y en mi cuerpo la cruz de nuestro Señor Jesucristo»; porque, en este momento, es el suspiro más coherente con lo que vive tu espíritu. O bien: «Estoy con Cristo espiritualmente clavado a la cruz», hasta que llegue el momento en el que tengas que exclamar: «En tus manos encomiendo mi espíritu».

Sé, por desgracia, que tú querrías apresurar el momento de repetir esta última frase; pero, hijita mía, ¿puedes decir ya el «Todo está cumplido»?. A ti, quizás, te parezca que sí; a mí me parece que no. Tu misión no está cumplida todavía; y más que de ser absorbida en Dios debes tener sed de la salvación de los hermanos: «Tengo sed».

Es cierto que también allá arriba puede llevarse a cabo la obra de la mediación; pero, según el modo humano de entendernos, parece que los santos se preocupan más de las miserias de los demás cuando están en la tierra.

(26 de abril de 1919, a Margarita Tresca – Ep. III, p. 219)

 

18.02.2018

 

PADRE PIERINO: Cuando caes no permanezcas en el suelo y ten presente tres cosas: levántate de inmediato, esfuérzate en caminar y está atento a no caer más, sin tener miedo de caer nuevamente.

 

Quando cadi non rimanere a terra e tieni presente tre cose: rialzati subito, sforzati a camminare e stai attento a non cadere più, senza aver paura di cadere ancora.

 

PADRE PÍO:

 

Hijita mía, no temas nada en relación a tu espíritu. Todo es obra del Señor; y, por tanto, ¿de qué puedes tener miedo? Como consecuencia, déjale actuar, incluso cuando no sientas que debes dejarle actuar; es decir, acepta con resignación la voluntad de Dios, también cuando Èl no te permita una dulce resignación. Hijita mía, tú sufres y tienes motivos para quejarte. Laméntate, pues, y a gritos; pero no temas. La víctima de amor que busca la voluntad de Dios, debe gritar que no puede más y que le es imposible resistir los caprichos del amado, que la quiere y la deja, y la deja mientras la quiere.

Pide al Señor que me conceda lo que desde hace tiempo le estoy pidiendo con insistencia; pídele que me haga comprender con luz íntima y con claridad lo que la autoridad me dice; y, en premio, tú obtendrás la misma gracia. De tus sufrimientos deduce los míos, que son muy superiores a los tuyos; y aprende a ayudarme. Tú dices que me basta con que me lo aseguren; y a ti ¿por qué no te es suficiente?

(26 de abril de 1919, a Margarita Tresca – Ep. III, p. 

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